Un pico de creciente del río Uruguay nos abre las esperanzas de que el río más largo de Argentina empiece a revertir la situación que sufre desde hace más de tres años, cuando vio su última avenida de aguas. Pero, remarco el término «pico»: el hidrómetro marcó más de 12 metros en Puerto Iguazú pero ya está bajando aguas arriba. Las crecientes del Paraná se han dado sistemáticamente cada 12 a 15 años. Particularmente recuerdo la de 1983, cuando muchos de los canales y arroyos aliviadores del complejo Zárate-Brazo Largo volaron por los aires por la presión del agua y me comí largas demoras en la ruta 12, ya que fueron sustituidos por puentes provisorios donde se cruzaba a paso de hombre y por una sola mano.
Luego llegó la creciente de 1998, que fue la que le dio el gran impulso al baitcast, hasta entonces casi desconocido en nuestro país. Soy el primer periodista en escribir sistemáticamente de esta modalidad y el éxito de ella se debe a este empujón inicial que nos largó masivamente a pescar dorados con señuelos por el Plata y sus afluentes.
En 2010 nos visitó una creciente más larga y coincidente con la época de reproducción de esta especie, de modo que toda la cuenca quedó llena de dorados, pero también nunca vi tantos pirá pitás y tan al sur como en el Delta. Según conocidos que pescaban dorados desde 1957 en el Club de Pescadores (Bs. As, frente al aeroparque), jamás se había visto tanta calidad y cantidad. De hecho pescábamos con señuelos de subsuperficie en la prolongación de la calle Paraná a 40 cuadras de la capital hacia el norte.
Desde entonces, solo había habido algunos picos de agua que duraban muy poco, por ejemplo, en el 2013. Sin embargo, hasta 2019 el río se mantuvo en un nivel aceptable: no crecido, pero tampoco tan bajo. Desde ese año, aproximadamente, el fenómeno de La Niña provocó la escasez de lluvias y con ello, la bajante tan marcada que superó la última desde que se llevan registros, aquella de 1944. Solo se sostuvo un canal por el que los barcos de gran calado debían navegar en ciertas zonas con mucha precaución. Aparecieron bancos por todos lados, se suspendieron salidas desde guarderías que quedaron en seco y los bañados se convirtieron en tierra firme, algunas incendiadas a propósito para limpiarlas para el crecimiento de alimento para el ganado bovino.
El agua, que según los expertos empezará a llegar con mayor intensidad en forma gradual hasta septiembre u octubre de este año, se encontrará ahora con que muchos de sus viejos escapes naturales están cerrados naturalmente (bocas tapiadas por vegetación o barro seco) o artificialmente (terraplenes para preservar agua). Por lo tanto, el cauce central o caja deberá crecer más rápidamente ante la menor posibilidad de las aguas para escurrirse. Esto afectará el valle aluvial (charcos, bañados, lagunas, esteros) que tardará más en ponerse a punto para una gran reproducción de los peces, aunque todo lo que suceda será mucho mejor que estos tres años de tanta bajante.
Lamentablemente, el estiaje, además, colaboró para que los pescadores comerciales o furtivos colocasen con más facilidad sus redes y, por tanto, destruyesen enorme cantidad de peces, a juzgar por las infracciones labradas por los organismos de control luego de las matanzas y por testimonios concretos de presencias de pescadores. Doy dos cuatro de muchos ejemplos: En los alrededores de Coronda, Gualeguay, Ibicuy y San Pedro no dejaron una tararira. Mejor dicho, quedaron unas pocas y de tamaño menor. Un verdadero desastre.