Hace más de veinte años tuve la oportunidad de colaborar con un proyecto interesantísimo de difusión de la pesca de nuestro país en los mercados más ricos del mundo. El Estado Nacional había designado en su Secretaría de Turismo a un técnico como Daniel Wegrzyn específicamente a exaltar el producto Pesca Deportiva. Daniel, sin banderías políticas, me convocó a preparar un mapa desplegable del país, que se tradujo a dos o tres idiomas, donde mostraba las diferentes especies y pesqueros. Se entragaba en un sobre de cartón que contenía un librito con todos los datos útiles para que cualquier pescador del mundo organizase su viaje sin problemas donde estuviese.
La caída de la presidencia de De la Rúa, más las políticas de gobierno que prosiguieron, de a poco fueron destruyendo todo este enfoque amplio de enorme ponderación de la actitidad de la caña, para la que nuestro país fue especialmente bendecido, con especies tan atractivas como el dorado y la trucha, lugares tan hermosos como el río Paraná y la Patagonia, y modalidades tan importantes como el bait y la mosca.
En los últimos años, la pesca desapareció de la consideración del Ministerio de Turismo. Se la encajaron, esa es la palabra, a un técnico de gran capacidad, pero cuya especialidad es el turismo, un enome y sabio difusor de la Ruta 40, pero no un especialista en pesca. No les importó. Varios años atrás intentamos juntos empezar a concienciar de la necesidad de blanquear la economía de la pesca deportiva para empezar a reclamar con más vigor la implementación de leyes y controles que preservaran el recurso. Recuerdo que visitamos Concordia con una muy linda charla con guías locales y de la uruguaya Salto. Lamentablemente, todo quedó en la nada.
La pandemia hundió todo mucho más. Y la actual situación económica augura que este pasatiempo, que en otros países es fuente fundamental de dinero, siga siendo absolutamente despreciado por el Estado. Y cuando digo «Estado», también me refiero a las provincias que, dueñas constitucionales de los ríos y arroyos, hacen muy poco y nada por preservar, por sustentar, la pesca con devolución y el cuidado del medio. Claro que los organismos políticos no son los únicos culpables, porque los pescadores jamás nos hemos unido para defender este derecho, pero así como destinan recursos para difundir la nieve, el turismo histórico, los carnavales o las playas, por solo citar algunos íconos, el Estado debería tan siquiera considerar a la pesca deportiva como una gran posibilidad de ingreso y distribución de capitales. Pasaron más de 20 años y estamos cada vez peor.