El primer estadio grande que visité fue el Fragata Presidente Sarmiento, pero no jugaba Almirante Brown y ni siquiera era un partido de AFA. Mi papá dirigía técnicamente un equipo de una liga de aficionados y la final se disputó en ese escenario. Digo «estadio grande» porque frecuentemente acompañaba a papá a ver a sus equipos y jugaba a que era periodista, pidiendo las formaciones, los nombres de los árbitros y anotando los goles. Incluso, mientras escuchaba a Bullrich (los partidos de la liga comercial se jugaban los sábados), jugaba a que estaba en tal o cual cancha y, cuando «El Negro» llamaba al periodista de ese estadio, en mi mente yo daba los datos de esa «cancha chica o de fábrica» en que estaba. Recuerdo las de la Otis (Virreyes), Orbis (Villa Adelina) o Tandanor (Capital).
Vuelvo a Isidro Casonava: yo tenía diez años y me parecía increíble que esos jugadores, que en la semana trabajaban en el ferrocarril o en una fábrica, estuvieran jugando en semejante cancha. Lamentablemente, perdieron.
Recién a los 13 años le pedí a mi papá que me llevara a un estadio grande, y vaya si era grande la vieja Doble Visera de Independiente. Mi viejo se jugó y me llevó a la platea Erico, la más cara.
Ese día y en ese lugar decidí que iba a ser periodista, pero no tenía idea de que en los próximos años iba a conocer ¡66 canchas! Algunas por trabajo y otras por el gusto de recorrer estadios. A algunas fui muchísimas veces y a otras, solo en una ocasión.
Un caso raro es San Lorenzo: fui a ver dos partidos al Viejo Gasómetro de madera, pero también, un par en el Nuevo y, como son dos canchas diferentes y no una misma, refaccionada, la cuento como dos distintas.
No anoté en la lista el único estadio del exterior que conozco: el Stade de France en París. Fui cuando lo habían terminado de construir para jugarse el Mundial de 1998, pero no vi ningún partido aunque pude entrar al césped.
Otra curiosidad: las dos canchas a las que más visité pertenecen a equipos muy adversarios, Tigre y Platense. Sucede que la cancha de Tigre me quedaba muy cómoda en mi casa de soltero y tengo aún amigos y familiares viviendo en esa hermosa ciudad, así que fui muchísimas veces. Pero, en 1992, cuando hacía un par de años que vivía en Vicente López, Platense me contrató para hacer un periódico mensual y, por tanto, cada 15 días y durante seis años, visité el estadio de Zufriategui.
Me quedan aún muchas canchas por conocer. Quizá las más populares sean Central Córdoba de Rosario, Belgrano de Córdoba y Flandria. Algún día, si Dios quiere, las conoceré.