La famosa frase “Ladran, Sancho, señal de que cabalgamos” se usa habitualmente para referirse a que abundan las críticas hacia una persona, una institución, una empresa, cuando esta trabaja, está en plena actividad. La oración lleva implícita algunas ideas, como, por ejemplo, la envidia de los críticos y la certeza de que la obra está bien encaminada (de lo contrario, se ocuparían de otros temas).
Sin embargo, El Quijote jamás le dijo esta frase a Sancho Panza, su ladero. No se encuentra en ningún lugar de la obra de Miguel de Cervantes Saavedra. La expresión similar más antigua que se conoce data de un par de siglos después: en 1808, el escritor alemán Johann Wolfgang von Goethe escribió el poema “Kläffer” (“Ladran”, en español). En su traducción a este idioma, termina: “Y el fuerte sonido de sus ladridos solo prueba que estamos cabalgando”. El gran poeta nicaragüense, Rubén Darío, la usaba para refutar a quienes criticaban su mestizaje: “Si los perros ladran, Sancho, es señal de que cabalgamos”.
Fuera de este falso Sancho, hemos visto en los comunicadores un uso despiadado e irracional del ladrido. Hay un principio que es fundamental en cualquier investigación que sustente una información. Y se los digo con otro refrán que también involucra a un animal: “Una golondrina no hace verano”.
Tomar una parte como el todo o considerar una situación excepcional como la regla solo habla de la calidad del perro, no de los jinetes; del emisor, no del contenido del mensaje. Es como decir que Adolf Hitler era una persona buenísima, porque amaba a su perra Blondi. Lo último es cierto. Lo primero, una falsa deducción a partir de un análisis incorrecto o, lo que suele ser mucho peor, tendencioso. Porque entonces no se trata de un error sino de un engaño, una falsedad intencional.
Escribo estas reflexiones, no solo pensando en los comunicadores que ceden a la tentación de tergiversar una verdad debido a unos pesos o dólares que hayan recibido, sino también en los lectores que creen todo lo que ven en una pantalla o en una publicación impresa.
Jamás pierdan la capacidad de sospechar ante cualquier expresión pública: no importa que la diga el político más experimentado o el youtuber que recién empieza. La única palabra de Dios para los cristianos es la Biblia. Y así y todo su interpretación debe ser juzgada, porque es hecha por un humano y, por tanto, sujeta a error o, lo que es peor, intento de manipulación. No creas a ningún ladrido. Analiza todo. Que nadie te meta el perro.