En esta era del impacto visual, como lo demuestra el gran crecimiento de Instagram, pareciera que las palabras que acompañan una imagen no son relevantes. Grave error. El texto, aunque a veces relegado a un segundo plano, sigue siendo fundamental para comunicar ideas. ¿Por qué, entonces, muchos influencers que se expresan incorrectamente tienen muchísimos seguidores? Sencillamente, porque la cantidad muy pocas veces va de la mano de la calidad.
Alejandro Dolina y Les Luthiers son un buen ejemplo. Pocos como ellos logran generar un humor que apela al pensamiento, a las ideas. No digo que sea peor o mejor que otros tipos de humor más directo, pero nace de un proceso más complejo, que implica una cuota mayor de inteligencia que simplemente ponerle la traba a alguien o levantarle la pollera a una chica. Y también exige una preparación mental más profunda del receptor que, para divertirse con Don Rodrigo Díaz de Carrera o Lo que me costó el amor de Laura requerirá de un conocimiento intelectual y una sensibilidad artística más elevados.
Tanto Dolina como Les Luthiers basan su humor en muy buenos textos. Los guiones de Marcos Mundstock o los cuentos del Roberto Fontanarrosa son una buena muestra de cómo exprimir a fondo las divertidas posibilidades de un idioma tan rico como el castellano.
Por eso, unas de las mis tareas periodísticas más ricas es actualmente la construcción de textos para los nuevos canales de difusión: Inteligencia Artificial, redes sociales, sitios de internet, blogs… Sin quitarle ninguna importancia a la ilustración, a la imagen, es un gran desafío de la tercera década del siglo 21 armar textos que resulte interesante sin apelar a la grosería, sosteniendo una buena sintaxis y utilizando las palabras que sean atractivas para los diversos públicos a los que van dirigidos.
¿Cómo está funcionando la comunicación de tus textos? Un buen diagnóstico es el primer paso para saber si transitan por buenos caminos o necesitan chapa y pintura.
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