Internet es un auxiliar tan valioso que el mundo de los investigadores históricos jamás terminará de agradecer. Rebuscando encontré este dato de la conformación en sociedad anónima de mi primer trabajo, incluso cuando yo ya era empleado de esa S.A.
El primer lunes de febrero de 1981, cuando aún no había cumplido 18 años, después de mis últimas vacaciones como alumno de la secundaria, ingresé a trabajar en la agencia de publicidad DAZ Producciones. Solo dos veces quedé sin trabajo en estos 44 años: cuando cerró la revista Aire y Sol y estuve 5 meses sin trabajar en 2001 y cuando cerró la revista Aire Libre, tras la crisis de De la Rúa, y estuve 3 meses sin trabajar en el 2002. Dios siempre proveyó, aun en estas terribles circunstancias, para un padre con dos hijos pequeños.
Ingresé tan joven a trabajar gracias a que, desde hacía un par de años, el famosísimo periodista Dante Zavatarelli me había respondido una carta, que aún conservo, donde me decía que si yo estudiaba, me brindaría su amistad y un trabajo cuando terminara la secundaria. Dante era socio de DAZ (las letras iniciales de sus nombres y apellido) junto a Carlos Alberto (el hijo del relator José María Muñoz) y Julio Gonzalo Pertierra (periodista también de Radio Rivadavia, como los otros, aunque, por razones que desconozco, aparece como socia su esposa).
Dante cumplió. Primero me hizo ingresar en DAZ y, a las pocas semanas, a la ORAL DEPORTIVA (mi sueño) como cronista de los partidos de Primera C, algunos de Primera B (no había Nacional) y un par de vestuarios de Primera A.
Bien empilchado me presenté en ese caluroso febrero en la oficina de Mitre casi Callao, a una cuadra del Congreso Nacional. Era un viaje largo desde mi casa en Boulogne (colectivo a la estación, tren a Retiro y el 5 o el 7 hasta el laburo), pero las ganas de trabajar, de meterme en el mundo de la comunicación, sobrepasaban todo esfuerzo. Edificio y oficina eran muy antiguos. Dos ejemplos ayudarán a entender este calificativo: había solo un baño y dos o tres oficinas, digo por piso; y el teléfono era compartido por la oficina contigua. ¿Cómo?
Cuando quería llamar, le golpeaba la pared al empleado de al lado, Si me autorizaba porque no estaban hablando, con una palanquita pasaba la corriente telefónica para mi aparato. Por supuesto él debía hacer lo mismo cuando quería usarlo. Como la agencia publicitaria DAZ trabajaba con varias clientes y radios, muchas veces las llamadas eran largas y el vecino golpeaba sin respuesta, por lo que levantaba su teléfono y escuchaba lo que yo hablaba hasta que velozmente cortaba con bronca. A mí me pasaba lo mismo.
Por eso, rápidamente nos mudamos a una oficina mucho más linda, mucho más privada y mucho más cerca de Radio Rivadavia, nuestro principal nexo con el mundo.